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martes, 11 de octubre de 2011

El amor y la locura


Cuentan que una vez se reunieron en un lugar de la tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres. Cuando el aburrimiento había bostezado por tercera vez; la locura, como siempre tan loca, le propuso: -¡Vamos a jugar a las escondidas! La intriga levantó las cejas y la curiosidad, sin poder contenerse, preguntó: -¿Las escondidas? Y ¿Cómo es eso? -Es un juego, explica la locura, consiste en que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón mientras ustedes se esconden, y cuando yo haya terminado de contar, al primero de ustedes que encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego. El entusiasmo bailó secundado por la euforia, la alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la duda, e incluso a la apatía, a la que nunca le interesaba nada. Pero no todos quisieron participar, la verdad prefirió esconderse. ¿Para qué? Si al final siempre la encontraban, y la soberbia opinó que era un juego muy tonto (en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido de ella) y la cobardía prefirió no arriesgarse… -Uno, dos, tres…comenzó a contar la locura. La primera en esconderse fue la pereza, que como siempre se dejó caer tras la primera piedra del camino. La fe subió al cielo y la envidia se escondió tras la sombra del triunfo, que con su propio esfuerzo, había logrado subir a la copa del árbol más alto. La generosidad casi no alcanzaba a esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos; que si un lago cristalino ideal para la belleza; que si la rendija de un árbol que fue perfecto para la timidez; que si el vuelo de la mariposa, lo mejor para la voluptuosidad; que si una ráfaga de viento fue magnífico para la libertad. Así terminó ocultándose en un rayito de Sol. El egoísmo, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio, ventilado, cómodo…,pero sólo para él. La mentira se escondió en el fondo de los océanos (mentira, en realidad se escondió detrás del arcoiris) y la pasión Y el deseo en el centro de los volcanes. El olvido…se me olvidó donde se escondió…pero eso no es lo importante. Cuando la locura contaba 999.999 El amor aún no había encontrado sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado…hasta que divisó un rosal y enternecido decidió esconderse entre sus flores. -“Un millón”-contó la locura y comenzó a buscar. La primera en aparecer fue la pereza, sólo a tres pasos de una piedra. Después se escuchó la fe discutiendo con Dios en el cielo sobre teología, y la pasión y el deseo los sintió en el vibrar de los volcanes. En un descuido encontró la envidia y ¡Claro! pudo deducir donde estaba el triunfo. El egoísmo no tuvo ni que buscarlo. El solitario salió disparado de su escondite…que había resultado ser un nido de avispas. De tanto caminar, sintió sed y al acercarse al lago descubrió la belleza y con la duda resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir aun de qué lado esconderse. Así fue encontrando a todos, el talento entre la hierba fresca, a la angustia en una oscura cueva, a la mentira detrás del arcoiris… (Mentira, sí, ella estaba en el fondo del océano) y hasta el olvido…que ya se le había olvidado que estaba jugando a las escondidas, pero solo el amor no aparecía por ningún sitio. La locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyuelo del planeta, en la cima de las montañas y cuando estaba por darse por vencido divisó un rosal y las rosas… Tomo una horquilla y comenzó a mover las ramas, cuando de pronto un doloroso grito se escuchó. Las espinas habían herido en los ojos al amor. La locura no sabía qué hacer para disculparse, lloró, rogó, imploró, pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo. Desde entonces; desde que por primera vez se jugó a las escondidas en la tierra: “El amor es ciego y la locura siempre lo acompaña”.

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